“Oh Dios, ayúdanos a vivir de tal manera que cuando nos llegue el momento de morir no tengamos miedo de hacerlo, y de modo que después que hayamos muerto, no tengamos miedo de volver a vivir”

lunes, 25 de octubre de 2010

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“Oh Dios, ayúdanos a vivir de tal manera que cuando nos llegue el momento de morir no tengamos miedo de hacerlo, y de modo que después que hayamos muerto, no tengamos miedo de volver a vivir”

Con esas justas palabras dimos inicio a la historia, nuestra historia. Fue con esas palabras que sellamos nuestros destinos, el resumen de lo que serían de ese momento en adelante nuestras vidas.

Nacimos tal vez en tiempo que no es el nuestro, nacimos en un lugar que no es el nuestro. Pero escogimos hacer que este mundo ajeno pueda acomodarse a nosotros, no nosotros a el; escogimos escribir una historia de errores irremediables y de derrotas voluntarias, de rendiciones y alguna que otra vez también de victorias. Escogimos que ese mundo al que no pertenecemos no nos entienda jamás, escogimos ser una contradicción permanente y nos convertimos en incongruencias que no deberían existir. Escogimos todo eso, a sabiendas de las consecuencias que traería tal decisión, y creo que escogimos bien. Escogimos transitar por una senda antigua y olvidada, cambiamos los nombres que nosotros no decidimos tener y con los que nos dieron la bienvenida al llegar a este mundo por otros que se amoldasen mas a nosotros, nombres que no solo sean un denominativo común sino que sean un distintivo de nuestra individualidad, un estandarte de la vida ilógica que queremos llevar; escogimos dar una nueva historia a esos nombres.

Ya antes alguien había transitado por esos caminos que nosotros buscábamos fervientemente, una leyenda de nobleza e ideales nos encontró en el momento justo en el que decidimos renegar de la vida común y corriente que habíamos llevado. Una historia de sacrificios hechos en nombre de los anhelos más puros de los hombres, en nombre de esos ideales que son nuestra única brújula en esta tierra y que son la razón de nuestras historias. Una historia de un puñado de almas que en el afán de buscar su destino tan solo encontraron soledad, muerte y la certeza de haber tomado la decisión adecuada: La muerte al encontrar lo que se anhela y no comprender que lo mejor era dejarlo ir, la muerte solitaria y ermitaña por no haber encontrado la respuesta a la propia vida, la muerte por haber deseado lo que no nos estaba destinado, la muerte al regresar a un hogar incierto después de haber encontrado un tesoro que no tiene valor aparente. Escogimos seguir sendas oscuras, caminos en los que no existen rumbos fijos, en los que la mejor opción es verse perdido. Sendas en las que el caer es mucho mas valioso que el dar pasos firmes y seguros y con un destino fijo. Escogimos no hacer planes para nuestro camino, escogimos dejar que nuestros pasos se guíen por el viento, por la sospecha, por un presagio o por el azar malhadado de una moneda al viento.

Escogimos creer que nunca estaríamos equivocados. El camino del error no es sino otra opción mas, otra senda mas, tan valida como cualquiera; decidimos cometer nuestros errores a conciencia, pues como ya antes he escrito, un error cometido a propósito no puede ser un error; escogimos aprender de esas equivocaciones deliberadas pues las lecciones adquiridas terminan siendo infinitamente mas valiosas que aquellas que provengan de los aciertos del buen juicio. Aprendimos de esto que las equivocaciones cuestan caro, y que el camino deshecho que escogimos llevar, así como enseña bastante, también duele bastante. Escogimos esa filosofía extraña y poco coherente y con ella sus consecuencias; no solo nocivas para nosotros, sino también para todo lo que nos sea cercano.

Escogimos ser esos buscadores de causas perdidas, pasar a formar parte de las filas de los olvidados, de los locos, de los insanos, de aquellos que solamente existen (afortunadamente) para incordiar. Deseamos con vehemencia el poder encontrar alguna causa por la que luchar, una causa que sea imposible, que nos niegue toda posibilidad, pues esta batalla de improbable victoria nos envenenará la mente de tal forma que no habrá fuerza en este mundo que logre hacernos desistir. Llegará eventualmente el momento en el que querremos creer que ya no deseamos luchar, querremos creer que ya blandimos por última vez las vetustas espadas y que no deseamos ya levantarnos; y aun así sabremos dentro nuestro que esas son las mentiras mas patéticas que podremos concebir. Y volveremos a levantarnos una y otra vez hasta que nuestra voluntad diezmada por la desesperanza finalmente caiga victimada.

Escogimos tener el coraje para afrontar lo que se nos ponga delante, rogamos un día a un Dios, que nos de fuerza para poder vivir con dignidad y de la misma forma para poder también morir con dignidad. Tenemos las agallas para plantarle cara a todos los recovecos de nuestras torcidas sendas, a todos excepto al más simple de todos, a ella(s). Escogimos ser lo suficientemente valientes como para vivir por ellas y lo suficientemente cobardes para vivir sin ellas.

Escogimos las búsquedas y las causas perdidas, escogimos que nos envenenen la poca razón que todavía nos pueda quedar. Quisimos no formar parte de la multitud, creer (saber) que somos mejores y que nada de lo que nadie diga ni haga jamás, demostrará lo contrario. Eso no lo escogimos, ni lo decidimos nosotros, tan solo lo quisimos, fueron las almas que nos rodean las que nos demostraron eso, las que escogieron eso para nosotros. Y lo aceptamos y lo reprochamos, pues es probable que el pensar así nos dejará un día solos, y cuando ese día llegue será difícil que lo lamentemos pues lo mas probable es que creamos que si solos estamos es por que nadie mas soportó el camino, y solos deberemos estar. Y así seguiremos inflando nuestros ya de por sí abultados egos.

Escogimos el cuestionarlo todo, escogimos tomar todas las opciones y preguntarnos cada día si es que el camino que llevamos ha de ser el mejor o el peor o solamente una mediocridad. Escogimos contemplar los caminos y seguir todos los que esta vida y los límites de nuestra existencia nos permitan conocer. Aprendimos que nunca nada es absoluto y que en esa suerte de multiplicidad de potenciales errores encontramos esa chispa que nos hace felices. “Si existiesen mil caminos, seguiríamos los mil, lástima que solo seamos cuatro”; sabias palabras. Fue el inconformismo con la realidad cruda e insípida que quiere envolvernos a toda costa el que nos hizo cerrar los ojos y morir para poder renacer a un mundo diferente y que no entenderán pues les parecerá lo mas ridículo que hayan escuchado en sus vidas; no esperamos más de ustedes (defráudennos por favor).

Escogimos no cambiar nada de esto, escogimos ser leales y fieles a nuestras ideas, escogimos no desfallecer, pues los otros no lo harán. Escogimos nuestra inmortalidad, la de nuestras esencias perennizadas en la memoria de nuestros hermanos. Escogimos no dejar de lado las cosas que deseamos hacer, pues será mejor morir avergonzado por algo que se hizo que morir arrepentido por aquello que no nos atrevimos a hacer. Escogimos que la música sería una de las pocas cosas que podría gobernar nuestras vidas, decidimos entonces dejarnos gobernar por un äún estás en mis sueños, por el sueño de una gitana, por la maldición de una bendecida, por el silencio de un héroe de leyenda, por la melancolía de un otoño medieval, por el querer deshacer el mundo, por sirenas que quedaron varadas, por la suavidad de ir a través de las estrellas, por las heridas que deseamos sean curadas, por ese hombre que casi conoció a un poeta, por esa flor venenosa que nos nubló los sentidos, por el silencio de un templo del adiós, por el rencor de una canción triste, por un tesoro en el que no queda ya nada mas, por el estanque que no para de crecer, por la chispa que hará que todo arda, por el rescate que se niegan a pagar, por consecuencias de las que no podemos escapar, por la hora de hablar que así como llegó, así también se fue y por que últimamente se nos ocurrió que hay un juego maldito que queremos jugar.

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Escogimos llamarnos a nosotros mismos Caballeros, decidimos que esa sería nuestra forma de vida, decidimos que aquel camino que sabíamos un día pisaríamos y del que jamás podríamos volver debía ser ese, que desde aquella primera vez en la que escuchamos esos nombres sabíamos que nada volvería a ser igual.

GLHD – PRSFL – LNCLT – DGNT

Cuatro nombres, escogidos a voluntad, amoldados a nuestras vidas, con una historia ya empezada y consumada que nosotros decidimos volver a escribir; nuestras vidas, nuestras historias, nuestros nombres. Por que esos cuatro nombres nos dieron esa identidad de la cual carecíamos, por que esos nombres que estaban ya marcados en nuestras almas debían también por nuestra vanidad estar marcados en nuestra piel; por que nuestra historia merecía ser escrita con sangre, por que ningún otro lienzo tendrá el valor que el dolor imprime en la piel. Por que esas marcas serán el libro de historias que tal vez nunca sucedieron pero que nos gusta creer que sí. Esas marcas indelebles nos recordarán siempre lo que fuimos, lo que somos, y lo que con suerte podremos ser; todo lo que somos, encerrado en esos símbolos de piel y sangre: un par de nombres, las seis, una cadena, y por ultimo un par de emblemas que aunque compartidos encierran dentro de sí diferentes significados para cada portador; nuestra ultima insurrección.

Una marca que se quedará con nosotros hasta el último de nuestros días.

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